¿Y si el mundo ya se ha acabado?

El mundo actual parece avanzar rápidamente hacia su destrucción. Día tras día disminuye el estado de la humanidad. Sin ir más lejos, en Estados Unidos un hombre mata a 26 niños inocentes en escuela y en China apuñalan a otros 22. Ese es el verdadero fin del mundo para esas familias que tendrán que seguir viviendo con el corazón destrozado por el dolor de haber perdido a sus amados hijos.

Veo injusticia. En mi país (me avergüenzo de las leyes vigentes), se les rebaja la condena a quienes fueron condenados por pedofilia gracias a su buena conducta dentro de la cárcel. ¿Que sentirán las víctimas al pensar que pronto sus victimarios quedarán en libertad?

Veo corrupción. Por una parte tenemos a los sacerdotes acusados por abusos sexuales. Ellos, mediadores de los hombres ante Dios, quienes se supone dedican su vida a proclamar su Palabra. Y por otra parte los políticos, quienes abusan de su poder para llenarse los bolsillos, cuando se supone que deberían velar por los intereses de los ciudadanos y actuar siempre bajo una estricta ética profesional de servicio a la comunidad y no hacia sus intereses personales.

Veo desesperanza. En muchas latitudes se vive en extrema pobreza y las personas ya no creen en un cambio hacia un mundo más igualitario. Cada vez hay más seres humanos olvidados en la miseria y que probablemente en época de elecciones serán tomados en cuenta para una que otra fotografía con el candidato de turno para ganar votos. También veo desesperanza en personas abandonadas en asilos, sin el amor de sus familiares, quienes los dejaron ahí como si fueran un objeto que ya no le sirve en casa. Desesperanza en quienes están sufriendo a causa de la crisis económica. Muchos de ellos han quedado en la calle, están de brazos cruzados y no esperan un futuro mejor.

Veo depresión. Mucha gente sufriendo a causa del estrés e incluso la desesperación a muchos los ha llevado al suicidio.

Veo incertidumbre. Quienes somos padres diariamente nos preguntamos por el mundo en el que vivirán nuestros hijos el día de mañana. Hay incertidumbre en quienes esperan por largas horas una atención en el hospital o para quienes no saben cómo reunir el dinero para costear el tratamiento de la enfermedad que los aqueja.

Veo impotencia. De tantas víctimas que claman por justicia. Homicidios. Femicidios. Violaciones. Violencia de todo tipo. Tampoco olvidemos las masacres en Siria. También siento impotencia al ver la forma en la que el hombre atenta contra la naturaleza. Se contaminan las aguas y el aire que respiramos, se acaba con los bosques, se matan animales, se usan las calles como vertederos de basura, las mismas calles donde vemos a los niños correr detrás de una pelota.

Se habla de que el 21 de diciembre de 2012 el mundo sufrirá una transformación espiritual. Esperemos que así sea. Actualmente vivimos en una sociedad donde muchos seres humanos experimentan la pérdida de sentido de sus vidas, lo que se traduce en lo que he descrito anteriormente. Vivimos al borde del colapso. En una constante disputa entre el vacío existencial y la apropiación de sentido, entre el pesimismo y la esperanza.

Esperemos que el hombre realmente tenga un cambio en su mentalidad. Ojalá sea capaz de salir de sí mismo y extenderse hacia sus semejantes para, en conjunto, encontrar los motivos por los que vale la pena seguir viviendo. Toda la humanidad lo necesita urgentemente.